Increíble. Con la paciencia de un alquimista el director elaboró su película número dieciocho. Es en la que Pedro Almodóvar muta la piel que él habita, cinematográficamente hablando. Propone a la platea darse una vuelta que dura casi dos horas por el cine. Por su cine y por el que a él lo apasiona. En "La piel que habito"Almodóvar asume riesgos, de los que sale indemne, para narrar esta historia. Sale de su rutina. Y apuesta por nuevas ideas, manteniendo algunas viejas y exitosas estructuras. Con sutileza comienza a armar un thriller y se atreve a realizar un cóctel explosivo.
Comienza mezclando ingredientes del cine negro, más un toque de terror y otro de ciencia ficción, con escenas y situaciones fácilmente reconocibles de sus películas, como "Kika", "Átame" o "Laberinto de pasiones". Y le agrega, por partes iguales, su estética, algo de medicina, una pizca de música, con pinceladas de humor. Y sexo. Escenas de sexo bien graduadas, al igual que el terror y la angustia. Salta la sangre, flashbacks, algún toque de comedia, disparos, perversiones varias y relaciones posesivas asfixiantes. Angustias y obsesiones todas estas mostradas con la pulcritud que se le reconoce a Almodóvar.
Plantea finalmente una historia que aborda la identidad como eje central. El espectador asiste a una clase magistral en la que Almodóvar va ajustando sutilmente todas las tuercas. Para que, con el transcurrir de la película, no quede ningún cabo suelto.
Una mansión es el lugar elegido para desarrollar el filme. Su dueño es el Dr. Robert Ledgard (correcto Antonio Banderas); un respetado y muy ambicioso cirujano plástico. Es un investigador que no se detiene ante nada desde que su esposa sufrió un accidente de tránsito del que resultó con con gravísimas quemaduras. Desde entonces Ledgard dedica su vida a tratar de crear una piel. Una que sea capaz de resistir el dolor y las quemaduras. Su vida está apuntalada por Marilia, una criada (a cargo de la solvente Marisa Paredes) y se vuelve aún más tortuosa por un hecho que altera la existencia de su hija.
Entre la medicina y planear una venganza al Ledgard la vida se le va transformando en una pesadilla. En su casa-clínica tiene prisionera a su cobaya-paciente. En ella, convertida en su posesión y en su objeto del deseo extremo, trabaja día y noche. Vera, tal el nombre del personaje que encarna la bellísima Elena Anaya, es su obsesión y a la vez será disparadora de la violencia, del amor y la intriga. Puede incomodar al desprevenido, sorprender al que recién lo descubre, llenar los sentidos al almodovariano, pero de seguro "La piel que habito" no pasará inadvertida.